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Un grande partió

Un hombre cuya principal cualidad era la discreción y el respeto por los demás. Una persona capaz de guardar la confianza de quien compartía con él alguna intimidad. Un caballero que jamás hablaba mal de nadie. Un hombre hábil para alcanzar metas inimaginables, navegando con sentido común e inteligencia sofisticada, diestro para negociar y resolver conflictos por la vía del ganar/ganar. Ese fue mi maestro, socio en una época y amigo de siempre, Jorge Arenas Menes, uno de los fundadores de la Unión del Centro Nacional, consejero político de varios presidentes y pionero en la industria de bienes raíces en Centroamérica. Partió de este mundo hace una semana, llevándose un cúmulo de amistades que le admiramos por su don de gentes y su generosidad para compartir el ideal de un mundo donde todo conflicto se podía resolver con buena voluntad y con deseo de paz.

Viajé en muchas oportunidades con él por negocios, siempre retorné con la sensación de haber recibido un curso intensivo de alta negociación, igual fuera en Houston con los grandes productores de energía o en Ausburg, Alemania, con la Man B&W, el mayor fabricante de motores de combustión interna del mundo, a quien representamos muchos años junto a nuestro socio panameño José Guillermo Lewis, los resultados siempre positivos. Jornadas duras y largas negociando en idiomas distintos al nuestro, pero obteniendo siempre resultados satisfactorios, en gran parte debido a la empatía que Jorge, con su caballerosidad y rectitud, generaba en la contraparte.

Jorge estudió leyes en la Usac, en la Universidad Complutense de Madrid y en Valladolid, donde recibió el título de abogado, habiendo compartido aulas con el rey Juan Carlos de España. A su retorno a Guatemala, junto a su colega y amigo el abogado Jorge Toriello Saravia, irrumpió en los años 70 en el mercado de la propiedad horizontal y ambos se convirtieron, con el apoyo del ingeniero Enrique Saravia y su hermano arquitecto, en los pioneros del desarrollo de proyectos inmobiliarios en Guatemala, a través de la empresa Transac. Luego, como visionario que siempre fue, de manera independiente, desarrolló el proyecto Bouganvilias de Cayalá, el cual detonó la zona e hizo necesario y propicio por parte de la familia Leal el desarrollo del espectacular Paseo de Cayalá.

Nunca lo vi dar un mal consejo, siempre buscaba la consideración para quien estaba en desventaja, porque, como él me decía: “El mundo da vueltas; hoy estamos arriba y mañana abajo. Eso no hay que olvidarlo, mucho menos en política”.

Jorge supo ganarse la confianza de muchos, por ejemplo, cuando fue diputado, su estilo para resolver conflictos le hizo ganar entre los reporteros del Congreso el mote de Habla quedito, porque durante el período 1990-1994 rompió el patrón de los parlamentarios y se impuso con su voz suave, su mensaje conciliador y una propuesta firme y nacionalista.

Jorge se ha ido, dejándonos esta herencia conceptual: el mundo puede ser mejor si en lugar de buscar divergencias aprendemos a construir a partir de las convergencias que nuestro valor nos permita reconocer, aun con los adversarios más acérrimos.

Cierro este artículo, diferente a muchos otros que suelo escribir, trayendo a la memoria de mis amigos y de los amigos de Jorge su caminar calmo, su mirada siempre brillante y ese deseo profundo por construir una mejor Guatemala para todos. Querido Jorge, gracias por tu cariño e inspiración. Tu mensaje de concordia jamás fallecerá. Nos vemos pronto.

Guatemala, 8 de mayo, 2013

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