Hace 40 años se expresó una frase en España, la cual conocí gracias a mi amigo el brillante escritor cubano Carlos Alberto Montaner y la cual repetiré como un mantra. Fue en un programa de televisión en el que estaba Santiago Carrillo, gran fusilador de franquistas durante la República -liquidó a unos tres mil en menos de una semana-, y compartía escenario con el hijo de uno de los fusilados, don Ricardo de la Cierva. El moderador olvidó su papel y le dijo: “Y usted ¿no le va a decir nada al hombre que mató a su padre, que era inocente de todo delito?”. La respuesta de De la Cierva fue: “Yo no puedo hacer nada por salvar el pasado. Todo lo que puedo hacer es tratar de salvar el futuro y eso solo se logra olvidando los viejos agravios”.
Qué pena que en nuestro país no exista ese nivel de grandeza. España ciertamente ha sido la única nación de nuestra estirpe que privilegió el olvido en beneficio de la paz y el futuro. Como muchos de nosotros sabemos, la guerra civil española dejó una cauda de centenares de miles de muertos, pero gracias a la sólida formación de sus élites, y a la educación y conocimientos de todo un pueblo, supieron superar la tragedia y diseñar los ámbitos de convivencia pacífica en aras de la paz y el progreso.
En nuestra Guatemala el odio, el resentimiento y la amargura no lo han permitido. Es una entendible secuela del enfrentamiento armado, pero se alimenta gracias a que desde diversas instancias, grupos foráneos han sembrado entre todos nosotros la semilla de la discordia. Ellos han encontrado en algunos guatemaltecos el respaldo, la complicidad que siempre les fue necesaria, pues sin ella era imposible justificar el uso y mal uso de fondos millonarios en “causas” que no han sido necesariamente las de la paz.
¿Dónde falla la intención de algunos de los “amigos” de la comunidad internacional? Falla en que los guatemaltecos pertenecemos a una sociedad que es multiétnica y multilingüe, lo que impide que haya fluido entendimiento entre nosotros. A eso debe añadirse el grave déficit educativo que nuestros gobiernos no han atendido, lo cual tiene postrado a la mayoría del pueblo en un estado de ignorancia. En otras palabras, la brecha comunicacional, combinada con la ignorancia, es un escenario de características cuasicatastróficas, para cualquier país, siendo el nuestro un ejemplo vivo de esa situación.
¿Hacia dónde debería estar enfocado todo esfuerzo? En mi opinión, si queremos un país viable debe estar enfocado en facilitar y acelerar la salida de muchos de nuestros compatriotas de su estado de retraso, ignorancia, desnutrición, insalubridad y ausencia total de oportunidades y ayudarlos a través de la subsidiaridad del Estado y de más y mayores inversiones productivas del sector privado en las áreas rurales.
Solo con la participación de todas y todos los guatemaltecos será posible superar nuestra tragedia. Es tiempo de que el Gobierno y los sectores organizados de la sociedad asuman el liderazgo de este reto impostergable.
Tratemos de inspirarnos en la sabias y nobles palabras de don Ricardo de la Cierva: “Yo no puedo hacer nada por salvar el pasado. Todo lo que puedo hacer es tratar de salvar el futuro y eso solo se logra olvidando los viejos agravios”. Y busquemos el perdón entre todos nosotros.
Mientras un grupo grande, pero igualmente minoritario, viva en amargura y resentimiento, mientras una mayoría se mantenga ignorante, mientras una mayoría pierda hijos por desnutrición e insalubridad, jamás seremos viables como Estado y viviremos como sociedad en el infierno eterno.
Guatemala, 29 de Mayo, 2013
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