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La grandeza de Mujica

Pepe Mujica, el uruguayo que con su forma de ser y gobernar está cambiando los paradigmas mundiales sobre los políticos y los presidentes, no deja de cautivar al mundo. Su estilo de vida sobrio, como él lo llama, encierra la sabiduría de un hombre pragmático y bien intencionado que busca la felicidad como pueblo, enunciado que parecería ser vago, pero que se comprende al escuchar las palabras de este hombre adulto que pasó del descontento y la protesta a la vida política y presidencial como fórmula para cambiar al mundo.

El 31 de mayo pasado, el presidente Mujica dio una entrevista a la televisión española durante su visita oficial a Madrid. Sin rebuscar conceptos, este caballero de la política desgranó temas que debemos meditar no solo como sociedad y nación, sino como región, continente y humanidad. No puedo omitir mi comentario inicial de admiración por la claridad de quien reclama el necesario compromiso de la humanidad contemporánea por construir la paz, admitir el pasado, ver hacia el futuro y admitir —y luchar con encono— por aceptarnos como desiguales y construir la integración de intereses desiguales pero válidos. “Los que hicieron la guerra jamás se atrevieron a construir la paz”, dice.

Anoto un concepto que este singular presidente uruguayo deja sobre la mesa al evaluar a su país respecto de la atracción de inversiones: en Uruguay valemos porque, aún siendo pequeños, somos serios y seguros. Las inversiones no nos llegan porque seamos el gran mercado, sino porque esta es una nación que se conduce con seriedad, dice el mandatario, y muchos nos identifican por ello y nos usan de plataforma para el Mercosur, donde hay 270 millones de consumidores. Algo similar se pudiera decir de Guatemala frente a Nafta, pero, claro, antes hay que ser serios y seguros.

“Hoy los sucesos gobiernan a los hombres y no los hombres a los sucesos”, dijo durante la entrevista. Y su premisa tiene harta razón para sociedades donde la certeza y la estabilidad dominan; para nosotros, país convulso, la meta debería ser que los hombres gobiernen a los hechos, pero antes habrá que construir un entorno seguro y probable, donde leyes y sucesos acepten un orden firme y transparente. Con cambios abruptos y trucos bajo la mesa, condicionando permanentemente la acción de la sociedad, esos sucesos seguirán haciendo tormentoso el camino a la prosperidad.

“Debemos aprender a caminar con una mochila llena de dolor. Hay que sobrellevar los dolores del pasado. Nadie nos devolverá los amigos que perdimos, los parientes que murieron ni los días de calabozo y dolor. Por eso, es mejor vivir no viendo a esa mochila de dolor, sino viendo al futuro que nos espera”, respondió el presidente uruguayo.

Comparto con él mucho de este pensamiento humanista, de clara aplicación en la tarea de gobernar. No basta pensar en resolver en corto plazo temas que tienen muchos años de vigencia; difícil será encontrar la salida. El enorme tamaño de los problemas de nuestra sociedad nos debe obligar a hacer planes de largo plazo, con continuidad e integración del país para que sean los gobernantes los que obedezcan y atiendan las necesidades de los ciudadanos. “Los únicos derrotados son los que dejan de luchar, de soñar y de querer hacer”, dice Mujica. Y se lo creo.

A José Mujica se le menciona como uno de los candidatos al Premio Nobel de la Paz. Sin duda, con méritos reales nacidos en un hombre que gobierna con razón y sentimiento. Un hombre que construye incansablemente y se ha ganado mucho más que ese premio: tiene el abrazo y reconocimiento de sus paisanos y de sus vecinos.

Guatemala, 12 de Junio, 2013

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