Las noticias sobre Venezuela y el drama social, no tienen fin. Miles de ciudadanos siguen pagando con exilio y miseria la herencia de una revolución desfigurada que Hugo Chávez dejó al innombrable Nicolás Maduro, el prototipo del dictador más abominable de éstos tiempos.
Acongoja ver el éxodo en un país tan rico como Venezuela. Miles huyen en busca no de riqueza, sino de oportunidad para vivir aunque sea lejos de la tierra que los vio nacer. Y eso ocurre porque nadie en el mundo creería el grado de deterioro que se vive en la tierra de Simón Bolívar.
La gran pregunta que nos hacemos a nivel global es: ¿por qué no reacciona la sociedad civil y empresarial de Venezuela y defiende con éxito al pueblo? Hay marchas de todos tamaños e intenciones, pero nada cambia. El que un gobernante ejerza el poder brutalmente no despierta más que la condena unánime de la comunidad internacional, pero además de ello, poco ocurre, quizá lo más notable sea la solidaridad de los países vecinos que acogen a quienes protagonizan este éxodo interminable.
Venezuela paga ahora la ausencia de concepto social en las élites económicas de esa gran nación. En el momento oportuno, éstas debieron articular la defensa no solo de sus fortunas, sino especialmente, del Estado de Derecho y el respeto a la libertad.
Más eso nunca ocurrió.
Cada grupo se dedicó a negociar el apoyo a Hugo Chávez cuando éste comenzó el proceso de depredación sociopolítica de ese pueblo. Nadie osó enfrentar al primero presidente electo y luego dictador, porque nadie quería defender el modelo democrático, ese que tantas vidas ha costado a la humanidad en su historia.
Pocos se preocuparon del resultado de la depredación que Chávez y sus socios cubanos hicieron a PDVSA, la empresa petrolera estatal. Nadie puso atención en cómo el modelo de revolución dictatorial avanzaba apovechando las necesidades del pueblo. Nadie interpretó correctamente el significado del chavismo, premonición del sangriento y salvaje madurismo.
Por eso hoy se encuentran venezolanos lejos de su tierra, padeciendo la nostalgia por la patria. Solo en Chile, ubicado a 7,300 kilómetros de Venezuela, hay 150 mil refugiados que huyeron del madurismo y su salvaje represión. Ni que decir de las enormes colonias en Colombia, Panamá y España, donde el incierto futuro se convierte en la única oportunidad para vivir con alguna dignidad aún lejos del país.
El destino debe cambiar. Las élites venezolanas están obligadas a coordinar esfuerzos y buscar apoyo no solo interno sino externo. La solución a la crisis está en el mundo, pero es allí donde se quiebra la unidad del pueblo y se rinde ante el salvajismo de los esbirros cubanos y maduristas.
La dignidad de los pueblos se construye a partir del compromiso de sus ciudadanos. Ni la muerte ni la más espantosa represión podrán vencer a un pueblo al que hemos dejado abandonado a su suerte.
No te rindas Venezuela. Lucha. Haz que tus hijos selectos den la gran batalla y se organicen de una buena vez.
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